¿Cómo será Europa tras el coronavirus?

, de Théo Boucart

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¿Cómo será Europa tras el coronavirus?

La pandemia del Covid-19 ha revelado hasta qué punto nuestro mundo se ha convertido en un escenario de relaciones de poder cambiantes. Así, para evitar ser relegada a la insignificancia, la UE debe posicionarse en áreas cruciales, como el estado de derecho, la salud pública y la protección de la biodiversidad, y al mismo tiempo, exigir un nuevo enfoque global de gobierno.

¡Qué tiempos para estar vivo! El mundo nunca había sido tan rico e interconectado. A lo largo de los últimos cuarenta años, la globalización ha contribuido a sacar de la pobreza a un número significativo de personas, particularmente en Asia oriental y América Latina, pero también en algunas áreas de África y Asia meridional. Sin embargo, esa misma globalización es responsable de una explosion de las desigualdades, del dumping económico y social, que están causando un sufrimiento extremo en las sociedades europea y norteamericana, y una disrupción climática que se encuentra cada vez más fuera de control. En resumen, la prerrogativa del capitalismo neoliberal poco regulado es un estado de crisis permanente.

Gran parte de los medios nos lo ha recordado. La palabra “crisis” posee una etimología cuanto menos interesante: una connotación negativa proveniente de la medieval ‘crisis’ latina, que significa “manifestación violenta y brutal de una enfermedad/del mal”, pero también posee una variación griega más neutral “que a su vez proviene del verbo ’krinein’, significando ’juicio’ o ’decisión’’’. En otras palabras, el concepto de crisis se entiende como una etapa de desarrollo que requiere una decisión que, a su vez, tendrá un gran impacto en lo que vendrá a continuación. La crisis financiera de 2007 nos ofreció una oportunidad para reformar radicalmente el modelo económico internacional. Permanecimos del lado del status quo, y estamos pagando el precio por aquella decisión.

La pandemia actual de Covid-19, la enfermedad que proviene del coronavirus Sars-CoV-2, parece ser, por tanto, una crisis en todo el sentido de la palabra. Tanto Europa, como el mundo en general, no volverán a ser lo mismo una vez acabe la pandemia, la cual ha ocasionado miles de muertes. El virus, originado en China pero extendido por el resto del mundo, esta exponiendo la naturaleza de nuestro mundo globalizado, devastado por conflictos tanto sociales como ambientales. A su vez, esta crisis nos da la oportunidad de emprender un camino distinto, y evitar hundirnos en el abismo del que no podremos escapar.

Mientras esperamos «cambiar el mundo», consideremos las principales lecciones que se pueden aprender de esta crisis global.

Autoritarismo frente a la pandemia

Una de las consecuencias más significativas ha sido el orden geopolítico. Reorganizará el Covid-19 las cartas en el tablero político internacional? Hace apenas unas semanas, China era el epicentro de la enfermedad y parecía estar al borde de la parálisis económica, pero ahora está recuperándose lenta y cuidadosamente (una segunda ola parece más que probable). Algunos dirigentes, como el primer ministro checo, Andrej Babiš, europeos han elogiado las medidas draconianas empleadas para hacer frente a la pandemia. Unas medidas implementadas por un régimen dictatorial, que reprime sin piedad todas las formas de oposición, como lo demuestra la detención de cientos de personas por publicar o compartir información en línea (según la ONG china Chinese Human Rights Defenders).

Pese a que la situación aun parece incierta (parece ser que las restricciones se están levantando, aunque un distrito en el centro del país fue puesto en medidas de bloqueo el 31 de marzo debido a los temores de una segunda ola), China está desplegando una campaña agresiva en un intento para reescribir la historia: parece venir a salvar el mundo y contener la pandemia que, además, ni siquiera vino de su país. Aunque enviar millones de máscaras al extranjero es loable, es importante recordar que un número significativo de ellas no cumple con los estándares europeos. Además, continúan aumentando las sospechas sobre la posibilidad de que China haya subestimado significativamente el número de fallecidos a causa de la pandemia.

Y lo cierto es que esta funcionando: quien aun sigue hablando sobre las protestas en Hong Kong? O sobre la opresion de los uigures y tibetanos? Rusia no dudo en seguir su ejemplo y organizo envios de ayuda a Italia. Otro gesto de desprecio hacia una Unión Europea que se contempla demasiado dividida (aunque sus competencias en el ámbito de la salud pública son muy limitadas, ha demostrado una gran capacidad de adaptación, especialmente, con el instrumento rescUE y el plan SURE).

Primera lección: no se debe confiar en los líderes autoritarios, ya sean inteligentes o inconscientes. Mientras Rusia y China orquestan campañas de propaganda meticulosamente diseñadas, Donald Trump y Jair Bolsonaro se hunden en bufonadas cada vez más grotescas. El presidente de Estados Unidos está demostrando su pésima incompetencia mientras su país se convierte en uno de los centros globales de la pandemia, mientras que el presidente brasileño menosprecia los llamamientos de los científicos a una mayor cautela.

El coronavirus y la crisis de la biodiversidad

Una segunda línea de análisis nos lleva a la relación entre epidemias y la conservación de la biodiversidad. A día de hoy, no existe ninguna correlación científicamente verificada entre la propagación del coronavirus y la crisis medioambiental, a pesar de que algunos estudios han incluido el papel de la contaminación atmosférica en la epidemia. Algunas personas han señalado la deforestación como factor agravante. Una de ellas es Laurence Tubiana, la cara pública de la lucha contra la crisis medioambiental, si alguna vez hubo una, ya que fue embajadora en las negociaciones de la COP21 en 2015. En una entrevista con la revista francesa Ouest-France, la economista ambiental llamó al mundo a aprender de la pandemia, recordando un estudio del PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente) que concluyó que el 31% de las epidemias, como el Ébola o el Zika, estaban vinculados con la deforestación. De hecho, la reducción de las reservas de biodiversidad acerca a los seres humanos a la vida silvestre, lo que facilita la transmisión de virus y otras bacterias dañinas.

Otro estudio científico realizado el año pasado mostró un vínculo potencialmente alarmante entre el deshielo del permafrost (el suelo permanentemente congelado en las regiones polares del globo) y la resurrección de virus prehistóricos a los que el cuerpo humano ya no está adaptado. Ahora bien, esto sería una verdadera bomba de tiempo, que tendría una «explosión» que duraría décadas, ya que el permafrost constituye una cuarta parte de la superficie terrestre de la Tierra.

No obstante, muchos de los responsables políticos aun no han comprendido (o no quieren comprender) que los riesgos epidemiológicos están directamente vinculados con los medioambientales. En cuanto al European Green New Deal los primeros en desafiarlo son, por supuesto, aquellos que siempre demoran la reforma energética. De hecho, los gobiernos polaco y checo han propuesto que la UE suspenda la implementación de esta política histórica para concentrarse en la batalla contra la pandemia. Además, la COP26, inicialmente programada para Noviembre de 2020 ha sido pospuesta. Si bien en este momento no puede haber ninguna duda de que esta decisión fue la correcta, es inconcebible dejar de lado la emergencia climática, incluso después de haber luchado contra una pandemia.

La UE tiene un historial de éxitos diplomáticos en este punto y debe aprovecharlos brindando un apoyo inequívoco a la continuación de las negociaciones sobre el clima. Esta es nuestra segunda lección.

La UE en total desorden

La UE parece ser uno de los perdedores de la pandemia, al menos en términos de moral. La base jurídica de una política de salud pública común se resume en el artículo 168 del TFUE, que solo confiere a la UE el mandato de apoyar las estrategias nacionales. El ejecutivo europeo no es lo suficientemente fuerte como para enfrentarse a los líderes del Consejo Europeo, muchos de los cuales incluso se han opuesto a la creación de los coronabonos, los cuales pretendían reforzar la solidaridad económica y financiera, necesaria también para la integración económica. Dejaremos este tema tan debatido a un lado, pero debemos reconocer el hecho de que ha confundido a la opinión pública sobre cómo las instituciones europeas están respondiendo a la pandemia. Tanto las instituciones como los Estados miembros de la UE han movilizado 260 mil millones de euros para hacer frente a la crisis. Pero la comunicación lo es todo en este mundo hiperconectado y, en esta materia, Europa claramente no esta al mismo nivel que Rusia o China.

No obstante, la UE no puede prevaricar cuando se trata de sus valores fundamentales. Si bien las medidas restrictivas tomadas para frenar la crisis pueden ser más o menos justificables, Viktor Orban está aprovechando la oportunidad que le ha brindado esta emergencia sanitaria para socavar aún más la democracia húngara. Puede ser un cliché, pero estos valores no son negociables. Sin embargo, la UE no podrá proteger estos valores si los Estados miembros continúan controlando los procedimientos utilizados para prevenir tales cambios hacia el autoritarismo. Dicho de otro modo, necesitamos una Europa fuerte, con un gobierno federal y unas políticas (como las sanitarias) eficaces, que garanticen la coherencia y el poder tanto interna como externamente, en un mundo cada vez más hostil hacia cualquier tipo de política multilateral. Esta es la tercera lección que debemos recordar de esta pandemia.

Una «mentalidad de gobierno» global

Sin embargo, la UE, federal o no, no podrá impulsar sus campañas y valores fundamentales (la defensa de la democracia y el estado de derecho, la promoción de la salud pública y la búsqueda de acciones contra la crisis climática y ambiental) sin una nueva forma de organización a nivel mundial. El sociólogo alemán Stefan Aykut abordó este tema, prefiriendo el concepto de «mentalidad de gobierno» antes que el de «gobernanza» dado que este último, en su opinión, se encuentra demasiado alineado con la visión neoliberal de la Nueva Gestión Pública. Por tanto, esta mentalidad de gobierno debe ser más coherente e incluir una democracia más directa, que hasta ahora ha estado mayoritariamente ausente de las autoridades de la ONU.

Un verdadero desafío, podría decirse, y el polo opuesto de la hostilidad al multilateralismo descrita anteriormente. Pero una pandemia como Covid-19 no se puede contrarrestar eficazmente a menos que los Estados cooperen y sean sinceros con respecto a las cifras. A diferencia de lo que estamos viendo actualmente, con sospechas levantadas contra los datos oficiales proporcionados por China, y los Estados peleando egoístamente por mascarillas y equipos médicos. Al igual que el cambio climático y la protección de la democracia, las pandemias son desafíos transnacionales y nuestras sociedades actuales no sobrevivirán si no se coordina nuestra respuesta.

Lo que nos lleva al concepto de «crisis» discutido al principio: la pandemia de Covid-19 exige una respuesta que, sea cual fuere, tendrá importantes consecuencias para los próximos años. O Europa se une y se convierte en un actor fuerte en un mundo multilateral, afirmando sus valores y sembrando la semilla de una nueva “mentalidad de gobierno”, o se hunde, insignificante, en un mundo dominado por el egoísmo y el autoritarismo, en el que cualquier intento de salvar la civilización como la conocemos se vería significativamente comprometida.

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