El fracaso para iniciar las negociaciones de adhesión para Macedonia del Norte y Albania es un error histórico. Así es como debemos avanzar

, de Nikola Donev, Traducido por Monika Butryn

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El fracaso para iniciar las negociaciones de adhesión para Macedonia del Norte y Albania es un error histórico. Así es como debemos avanzar
El Primer Ministro de Macedonia del Norte, Zoran Zaev, estrecha la mano del Presidente francés Emmanuel Macron. Imagen: Влада на Република Македонија

Rompiendo el patrón del derramamiento de sangre y anhelo de paz

Los salvajes “Balcanes Occidentales”, el concepto innatamente burocrático y político, han sido la periferia de la periferia de Europa durante largos años. El espacio donde las voces del pasado gobiernan la existencia. La región donde tanto Oriente como Occidente coinciden y, a lo largo de la historia, la que colonizan. La ocupación de los Balcanes, medida en siglos, iniciada por el Imperio bizantino y continuada por el otomano y luego austrohúngaro, dejó la región sin mucha experiencia en el proceso de construcción del Estado: el esfuerzo que muchas veces llevó consigo un sangriento conflicto interno.

Devastados por la explotación colonial y derramamiento de sangre, nos convertimos en un campo de batalla en las dos guerras mundiales. Después de la Segunda Guerra Mundial, hubo un intento de fraternidad y unidad en forma de federación socialista, que se fue derrumbando a finales de los años noventa. En la moderna narración post-socialista de los Balcanes, nuestras aspiraciones, llenas de esperanza, a conseguir la paz perpetua, han encontrado su espacio en el proyecto de la Unión Europea. El proceso de ampliación, único para la UE, fue difícil para los Estados balcánicos que han conseguido unirse hasta la fecha. A pesar de que la adhesión ha resultado ser beneficiosa para los ciudadanos, parece que con cada nuevo país balcánico que se va incorporando a la UE, el proceso se hace más difícil para los demás.

¿Dónde está nuestro lugar en Europa?

Es razonable plantear la pregunta de si las naciones balcánicas son consideradas como europeas. En la visión de la Europa del oeste, los Balcanes siguen siendo la cacofonía de problemas y, a menudo, se dejan en el margen del término político “Europa”. La racialización (la forma de construcción de narración que divide a las personas de la misma raza en subgrupos) de las personas balcánicas como “no completamente europeas” o “diferentes de los europeos” ha creado una discrepancia en la imagen que el Oeste tiene de Europa y de los Balcanes, en la que, a ojos de la Europa occidental, los Balcanes aparecen como políticamente diferentes de los países europeos, aunque geográficamente se encuentran en el mismo continente. Cuando el presidente francés, Emmanuel Macron, habla de su imagen de la UE como una “gran casa”, podemos estar seguros de que no incluye a los Balcanes Occidentales en esta visión.

El fracaso del Consejo Europeo, durante su cumbre en octubre, que decidió no empezar las negociaciones con Macedonia del Norte y Albania, tendrán graves ramificaciones para la región, a la que se juró el premio de adhesión a cambio de sus sacrificios: la superada disputa entre Macedonia del Norte con Grecia por la denominación del país macedonio y el requisito de reformas judiciales en Albania. El presidente cesante de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, describió este fracaso como un grave error.

La relación entre los Balcanes Occidentales y la UE ha sido difícil desde que la UE tolerara el alza y perpetuación de los líderes autoritarios en el nombre de la estabilidad, en muchos casos a costa de la democracia. Esto dejó a las democracias en transición -ya inexpertas y frágiles- en un estado de limbo, mientras la UE les estuviera prometiendo la adhesión con sus acciones, pero contando una historia diferente. Esto ha contribuido al cansancio de las naciones balcánicas, pero también ha arriesgado el alza de los euroescépticos.

Para Macedonia del Norte no es la primera vez que se le da un golpe a su confianza en el progreso euroatlántico. Después de la cumbre de OTAN en 2008, el país comenzó una década de régimen autoritario del primer ministro de entonces, Nikola Gruevski, cuyo gobierno enajenó y aisló el país, situándolo lejos de la UE, y no logró mucho progreso en los intentos de solucionar las disputas diplomáticas. Albania ahora está haciendo frente a la misma situación que Macedonia del Norte en 2008. Ya se verá si seguirá el camino autoritario en el estilo de Gruevski, o si el actual primer ministro albano Edi Rama podrá mantener la nación unida y seguir con las reformas como declaró.

¿Cómo seguir adelante? ¡Haciéndolo juntos!

La pregunta para la región entera, no solamente para Macedonia del Norte y Albania, es ¿cómo seguir avanzando, habida cuenta de la decepción reciente por parte de la UE? Hay dos posibilidades: un descenso hacia el euroescepticismo y el autoritarismo o la aceptación de la necesidad de cooperación y solidaridad en nombre de la democratización: en resumen, más democracia. Para muchos gobiernos balcánicos orientados prodemocráticamente, esto requeriría el uso de la “democracia militante”, donde los gobiernos democráticos visionarios deben bascular entre dos procesos aparentemente paradójicos: la “política de establecer un gobierno democrático” y la “política cotidiana de democracia”. Esto significa que el gobierno será acusado de violar la ley en una situación en la que intente establecer un gobierno democrático dentro de las instituciones que se crearon bajo un gobierno autoritario.

Es una característica de muchas democracias transicionales: el gobierno se encuentra en las situaciones en las que el establecimiento de la democracia en forma de un conjunto de instituciones existentes choca con una solicitud de democracia como un método de adopción legitima de decisiones de alguien más. Para el gobierno de Macedonia del Norte, actualmente dirigido por la Unión Socialdemócrata de Macedonia (SDSM), esto debería haber significado un enfoque más utilitario hacia la implementación de las reformas (judiciales, administrativas u otras) que siguen siendo bloqueadas en el sistema político por la falta de cooperación con el partido de oposición, Organización Revolucionaria Interna de Macedonia-Partido Democrático para la Unidad Nacional Macedonia (VMRO-DPMNE). En cambio, el gobierno decidió repetir la decisión del anterior primer ministro Nikola Gruevski (exlíder de VMRO-DPMNE) del 2008 cuando él proclamó elecciones anticipadas después del fallo para iniciar las negociaciones de adhesión en la cumbre de OTAN aquel año. A diferencia del 2008, estuvo claro lo que se tuvo que resolver: el conflicto con Grecia acerca de la denominación del país.

Actualmente, la situación rige que Macedonia del Norte introduzca reformas profundas en su aparato de Estado (incluyendo la administración pública, la policía y el sistema judicial). Ya se verá cómo se desarrollarán las elecciones, pero lo que sigue siendo obvio es que cualquier futuro gobierno debe dedicarse a mejorar la capacidad democrática del país: algo que ningún partido importante en nuestro sistema ha demostrado ser capaz de lograr.

En un sentido más amplio, este marco de democratización debe impulsar a la región entera hacia la colaboración. Si queremos tener la paz perpetua, necesitamos trabajar juntos para demostrarle a la UE que podemos ser constructores estatales competentes, pero también que esto es algo que requiere políticos democráticos visionarios: algo que actualmente hace falta en muchos países balcánicos.

El discurso después de la cumbre del Consejo Europeo ha plantado la idea de un “pequeño Schengen balcánico” o de incorporar a los Balcanes al Espacio Económico Europeo. Es un argumento para una democracia colaborativa, proactiva, más amplia, para toda la región de los Balcanes Occidentales, para demostrarle a la UE que podemos superar nuestros problemas internos con nuestras propias capacidades. La decisión del Consejo Europeo será un error histórico para la UE. Sin embargo, hemos de verla como una oportunidad para nuestros países y para la región de una cooperación más estricta porque todos estamos en el mismo barco. Citando al escritor francés Voltaire: debemos cultivar nuestro jardín.

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