La oposición Bielorrusa tiene rostro de mujer, y se está desangrando ante un régimen machista

, de María José Ballén Carvajal

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La oposición Bielorrusa tiene rostro de mujer, y se está desangrando ante un régimen machista

Estas tres mujeres, esposas y representantes de opositores encarcelados del régimen de Aleksandr Lukashenko, disfrazado de república, congregaron a 250.000 personas en las marchas históricas del domingo 16 de agosto. Ellas eran el respaldo de la oposición, la muralla que quedaba entre la libertad de Bielorrusia y un régimen dictatorial. Hablo en pasado, porque la presión de las autoridades mandó a dos de ellas al exilio, y la única que había permanecido en Bielorrusia, Maria Kolesnikova, flautista profesional que decidió dejar la música para involucrarse en el caótico mundo de la política, fue raptada por unos hombres encapuchados.

Sí, estas tres mujeres, con Svetlana Tikhanovskaya, una profesora de inglés y ama de casa, como líder, están haciendo temblar el trono del aclamado último dictador de Europa, quien lleva 25 años en el poder, y se aferra a la presidencia contra viento y marea, a pesar del rechazo de su propio pueblo y las múltiples sanciones impuestas por la Unión Europea.

Desgarrador. No hay otra palabra que pueda describir lo que está ocurriendo en Bielorrusia; la desaparición forzada de una mujer que no hacía ningún daño. Desgarrador, que a Maria la priven de su libertad por luchar por la de su país. Desgarrador, descubrir que los derechos humanos dejaron de ser una cuestión de dignidad, para convertirse en una causa por la que se tenga que dar la vida.

“Todos sabemos de lo que es capaz un Estado policial.”
 Maria Kolesnikova, líder de campaña de Svetlana Tikhanovskaya, actualmente desaparecida). (BBC, 7 de septiembre del 2020)

Desde 1994, Lukashenko no ha dejado su puesto en ningún momento, convirtiéndose en uno de los presidentes más longevos -hablando de periodos presidenciales- alrededor del mundo. Conforme los años pasaron con él a la cabeza de Bielorrusia, los derechos civiles perdieron fuerza y la figura presidencial se apropió de las riendas del país, otorgándole un autoritarismo basado en la censura, el temor, la persecución política y la lenta destrucción dela democracia.

“Mi posición y el Estado nunca me permitirán llegar a ser un dictador... pero gobernar con estilo autoritario es una característica mía y siempre lo he admitido.”
 Aleksandr Luckashenko, (2003). Recuperado de la BBC.

Sus ideales egoístas se evidenciaron innegablemente en la primera reforma constitucional propuesta en 1995. Entre otros cambios relacionados con los símbolos patrios, se encontraba la disolución del parlamento y la consagración del presidente como una figura soberana con la plenitud del poder en sus manos. En resumen, Lukashenko quería apropiarse de la rama legislativa, de la institución que controla la creación de leyes, y de todo aquello que no le permitía ser un dictador con todas las de la ley.

Es importante aclarar que el parlamento se disolvería solo si cometía una violación sistemática de leyes (El país, 1995). Algo muy irónico, considerando que él mismo ha pisoteado la constitución cuantas veces le ha sido necesario para sostenerse en la presidencia.

Al igual que Vladimir Putin, quien también tiene sus ínfulas de dictador y solía ser un aliado muy cercano, Lukashenko ha mantenido a su país en la sombra de la Unión Soviética, con costumbres, medidas, y leyes similares que en un principio le ayudaron a salir de la crisis económica en la que habían quedado sumidos la mayoría de estados ex-soviéticos. La implementación de tácticas socialistas, como la nacionalización de bancos privados, propulsó a Bielorrusia fuera del estancamiento económico de los 90. No obstante, si bien es verdad que Lukashenko sorprendió al mundo con su tenacidad, y Bielorrusia le debe los logros de estos últimos veinte años, su gobierno pasó de asemejarse al socialismo y empezó a deformarse con los años en un acaparamiento forzado del poder, incurriendo en la violación de la democracia y los derechos humanos de su propio pueblo. Un claro ejemplo es la pena de muerte, que llevan a cabo en un ambiente secreto y muy pocas veces se conoce la razón de la ejecución ni el lugar de entierro.

El clamor de Bielorrusia se describe con solo un sentimiento: cansancio. Están hartos de seguir a un líder extremista, un dinosaurio de la época de las guerras. De no poder escribir o hablar libremente, de tener que ver cruzados de brazos cómo Lukashenko se envejece en el Palacio de la República tras alterar una y otra vez los resultados de las votaciones, porque si dicen algo, si levantan la voz aunque sea un poco y logran despertar a algunos cuantos, ya saben dónde terminarán. La libertad en Bielorrusia nació para ser encarcelada.

Los porcentajes de los resultados de las elecciones presidenciales del 9 de agosto no concuerdan con lo que se muestra en las calles. ¿Cómo pudo haber ganado Aleksandr Luckashenko con un 80% cuando solo en la capital 250.000 personas marcharon en contra de su gobierno? La exigencia que priorizan las protestas es la repetición de unas elecciones sin juegos por debajo de la mesa, ya que consideran que Lukashenko cambió los resultados a su favor y la verdadera ganadora es Svetlana Tikhanovskaya. ¡Sí, la profesora de Inglés!

La politización de las mujeres en una dictadura patriarcal y machista

“Lo que hace que la iniciativa de estas tres mujeres seaaún más notable es lanaturaleza patriarcalde lapolítica bielorrusa.”
 Yana Lyushnevskaya. Analísta del BBC Monitoring.

¿Cómo llega una mujer sin experiencia política a debatirse contra Aleksadr Lukashenko en las elecciones presidenciales? Después de que la oposición formal es erradicada.

El posicionamiento de Svetlana Tikhanovskaya como candidata presidencial de una nación regida durante 25 años por un dictador es un hecho sin precedentes, un reto admirable. Sin embargo, detrás de su valentía y triunfo ganándose el apoyo del pueblo Bielorruso nos encontramos una realidad perturbadora: en Bielorrusia la mayoría de la oposición está en prisión o exiliada. Sosteniendo la espalda de Svetlana solo están dos mujeres, tres políticos caídos en desgracia, y 250.000 personas. La última cifra engrandece la alianza, ¿verdad? Pero lo cierto aquí es que Aleksandr Lukashenko tiene en la palma de la mano al ejército, para controlar a las masas, y tiene del cuello a las élites, para manipularlas. Contra las dos fuerzas más influyentes en una sociedad, la violencia y el dinero, la pacífica defensa de Svetlana no da un pronóstico muy alentador.

Aunque sí significa mucho. Representa la fuerza de una sociedad inflexible, dispuesta a politizar a sus madres cabeza de familia para lanzarlas a la presidencia. Y considerando que Aleksandr Lukashenko es el perfecto ejemplo de un hombre retrógrado, su peor pesadilla debe ser dejar a su amada Bielorrusia en manos de una mujer, y mucho más cuando ha reducido su función en la sociedad a procrear y criar niños. Algo que contradice su pasado, pues fue una madre soltera quien lo sacó adelante en un modesto pueblo al este de Bielorrusia. (BBC,2020)

“Una mujer presidenta colapsaría, pobrecita (...) Bielorrusia no ha madurado suficiente para votar por una mujer" (El país, 2020). Esto lo dijo Aleksandr Lukashenko antes de que el rojo y el blanco, el color de la oposición, liderada por sus “pobrecitas” mujeres, tomara las calles y demostrara que el inmaduro en realidad era él, con 65 años y tan ensimismado y orgulloso como para aceptar el liderazgo de una mujer.

El 16 de agosto Bielorrusia le confesó que había evolucionado en el silencio, había madurado a la fuerza, lo suficiente para plantar a una mujer en el frente y seguirla a las calles.

Esa era la verdadera Bielorrusia, una nación incluyente, feminista, y que no era suya.

La influencia de Svetlana no fue muy evidente al principio, pero al recibir el apoyo de los dos líderes de la oposición que también habían sido privados de su libertad, y convertirse en el rostro oficial de la oposición en las calles, los seguidores de su esposo, Sergei, quien en un principio se había postulado a la presidencia y está en prisión ahora mismo, la alentaron a llevar a su campaña a las grandes ligas.

Tal vez por eso, al darse cuenta de que Bielorrusia había escogido una mujer desde antes de las elecciones, Lukashenko saboteó sus eventos de campaña y arrestó en repetidas ocasiones a sus asesoras políticas, como a Maria Moroz y a Maria Kolesnikova, reteniéndolas en comisarías por días, para soltarlas luego con una excusa de haberse equivocado. (France24, 2020)

En la cumbre de su candidatura, cuando no solo era Svetlana, sino Svetlana, Veronika y Maria, las mujeres Bielorrusas fueron un ejército imprescindible, levantándose desde las aldeas, las regiones, y hasta las ciudades, siempre dando prueba de no solo la cordialidad de Svetlana y su mensaje pacífico y honesto; también de un hecho ridículo: que la mujer Bielorrusa, a pesar de ser mayoría, es minusvalorada políticamente y se encontraba alejada de la equidad laboral y económica de los hombres por una brecha de género del 74.5% .(Datos.macro, 2018)

El trascendental papel de los hombres en le posicionamiento de una presidenta

El único factor en común que tienen Valery Tsepkalo, Sergey Tiphanovsky y Victor Barbariko, aparte de estar alejados de sus familias y privados de su libertad, es que los tres eran candidatos presidenciales opositores a Aleksandr Lukashenko.

Sergey Tikhanovsky, esposo de Svetlana y recientemente considerado por Amnistía Internacional como un preso político, empezó a hacerse conocer por medio de su canal de YouTube Unpaísparalavida. En él documentaba los avances de sus suscriptores alrededor de Bielorrusia y discutía con ellos problemas que aquejaban a sus regiones e incluso al país. Su interés hacia la ciudadanía le ganó el apoyo de muchos y su canal fue amasando miles de seguidores con el paso del tiempo.

Fueron sus mismos suscriptores quienes le recomendaron que se presentara para la presidencia. Para el momento en el que Sergey Tickanovsky anuncia su decisión de postularse, su canal ya contaba con 243.000 subscriptores, y era caracterizado por criticar fuertemente al gobierno de Luckashenko e incitar a la movilización civil; incluso en varios de sus vídeos ya se podía advertir que Sergey era seguido por un grupo de carros del servicio secreto Bielorruso (Unpaísparalavida,2020).

El primer arresto de Tickanovsky ocurrió el 9 de mayo en el anti-desfile o protesta de Babruish, convocado por él mismo con el propósito de expresar su desacuerdo con el desfile que celebraba, ese mismo día, la victoria de la Unión Soviética sobre la Alemania Nazi.

Tickanovsky fue liberado el 20 de mayo. y para entonces su esposa Svetlana ya había tomado las riendas de la campaña. Nueve días después, cuando Sergey estaba recogiendo firmas para que Svetlana pudiera registrarse como candidata, fue detenido por segunda y última vez.

A este «blogger» le siguen otros dos opositores que, por su poder y reputación, se creían intocables. Pero para Lukashenko no hay límites si se habla de truncar las carreras políticas de sus oponentes. Victor Babariko era otro de los candidatos opositores. Se desenvolvía como un experimentado banquero e iba de la mano con el tercer candidato: Valery Tsepkalo, ex-embajador en Estados Unidos y México, y dueño del núcleo de tecnología y comunicaciones más prominente de Bielorrusia. Ambos cumplieron con el requisito principal de reunir al menos 100.000 firmas para postularse a la presidencia, al igual que Svetlana, para ese entonces la única mujer entre los candidatos opositores.

La revista JEF-Europa (2020), explica cómo Lukashenko maniató a la oposición para impedir su entrada formal a las elecciones del 9 de agosto. Qué sorpresa se llevarían los dos candidatos al momento de registrar sus firmas, Babariko con 335.000 y Tsepkalo con 180.000, cuando fueron rechazados por perder, de repente y presuntamente, 330.000 firmas en total. Una excusa rebuscada para dejarlos fuera de las elecciones.

La voluntad de Aleksandr Lukashenko detrás de esta farsa electoral era tan obvia y descarada que, en Minsk, la capital, se inició una protesta de 2.000 personas reclamando transparencia en los procesos. Doscientas personas fueron detenidas y cien resultaron heridas por la brutalidad policial.

Viktor Babariko y su hijo fueron acusados de corrupción y arrestados un día antes de que el proceso de registro de firmas, de 10 días, finalizara. Pero el candidato estaba lejos de rendirse. En su lugar, dejó a Maria Kolesnikova con órdenes de unir fuerzas con la única mujer opositora.

Valery Tsepkalo, el otro candidato, huyó a Moscú con sus dos hijos tiempo después, al ser advertido de que también iban a arrestarlo. Al verse sola en el país, y con la carga de la campaña, su esposa Veronika decide unirse a la campaña de Svetlana.

Gracias a la opresión de Aleksander Lukashenko, la que solía ser una oposición de solo hombres terminó siendo liderada por un triunvirato de mujeres: una profesora de inglés, Svetlana; una directora de orquesta, Maria; y una empresaria de Microsoft, Veronika. Esto, junto a la unión de los seguidores de Viktor Babariko, Sergey Tikhanovsky, y Valery Tsepkalo, en la campaña de Svetlana, nos lleva a la conversión del presidente en la verdadera oposición de su propio país, debido a que la mayoría de sus habitantes desautorizan su mandato.

El sacrificio del Estado bielorruso por el orgullo de un machista

A día de hoy, un mes después de las votaciones presidenciales y el triunfo de Lukashenko, Minsk sigue congregándose en las calles, pidiendo que las elecciones vuelvan a hacerse, coreando el sobrenombre de Svetlana -¡Svetia! ¡Svetia!-, ahora que la presión de las autoridades la saco a ella y Veronika fuera de su país, convirtiendo a Maria en el último bastión de la «oposición» Bierlorrusa. (Skynews, 2020)

Bielorrusia dio un paso gigantesco el mes pasado, uno que desquebrajó el fino borde entre la confianza y el terror de Lukashenko, cuando el sector productor, el de las grandes fábricas que solían ser leales al régimen, apoyó las protestas anti-gobierno. Un ultimátum que Lukashenko no tardó en responder, llamando a Putin para que lo ayudara a controlar a su propio país.

Una amistad ingrata la suya. Bielorrusia ha sido el patio de la gran madre Rusia desde la creación del Estado de Unión, una alianza político-cultural que la ha sometido bajo la voluntad de Putin desde el 2 de abril de 1997, convirtiéndola en el escudo de Rusia frente a la Unión Europea. Se pensaría que entre las dos naciones hay una buena relación, un vínculo bien plantado en contra de occidente, pero la hipocresía de Lukashenko ha hecho que el Estado de Unión se cuestione bastante. En la última década Bielorrusia ha mejorado en gran manera su relación con la Unión Europea, lo suficiente como para librarse de algunas sanciones comerciales impuestas por la censura a la política opositora y la libertad de expresión. De esta manera, Putin se ha quedado viendo de brazos cruzados, varias veces, cómo el único miembro de su unión se codea y hace amigos en la Unión enemiga. En resumen, Lukashenko es ese amigo interesado que solo busca a Putin cuando quiere algo de él.

Ahora bien, la presencia de las fuerzas militares rusas en Bielorrusia significaría el fin absoluto de toda libertad y un paso más hacia el imperialismo. Desde el año pasado, más protestas han venido ocurriendo porque se hablaba de que Vladimir Putin tenía el deseo de convertir a Bielorrusia en una colonia, desintegrarla y anexionarla a su mapa (BBC,2019). Y es así, abriéndole la puerta al ejército ruso, prefiriéndolo sobre su propia gente, a la que está encerrando por el simple hecho de ejercer su derecho de libertad de expresión y expulsándolos hacia otros países como lo hizo con Svetlana, Veronika, y su esposo Valery, como Lukashenko le facilitará el trabajo sucio a Putin y echará a perder su propia nación, la misma que el alzó por veinte años.

Por orgullo y nada más, Aleksandr Luckshenko prefirió entregarle Bielorrusia a otro dictador antes que a una mujer.

Como Svetlana mencionó desde el exilio en una entrevista a la BBC, después de que Aleksandr Lukashenko accediera a ceder el poder a otras ramas del estado, Bielorrusia llegó a un punto de no retorno y no bajará la guardia ante ninguna clase de promesa que pretenda engañarla. Justo esa es la razón del boicot masivo. Bielorrusia no soportará que la historia vuelva a repetirse. Solo hay un cierre para esta lucha, e implica la renuncia de Aleksandr Lukashenko.

Quien se enfrente al levantamiento bielorruso se va a encontrar con el país entero: los ancianos que han vivido en la sombra del régimen, los jóvenes negándose a vivir de la misma manera y las madres asegurándose de que sus niños no corran con la misma suerte. El bielorruso que reprima las protestas estará ahogando la libertad de su propia sangre y familia, la de su identidad y pasado, y entonces quedará expropiado de toda humanidad.

Por eso Putin y sus fuerzas militares extranjeras. Porque un pueblo no puede enterrarse a sí mismo.

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