El pasado 15 de noviembre, Die Welt informó acerca de la iniciativa de los miembros del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) para la creación de un 28º ejército europeo: un Ejército común europeo.
A diferencia de los que consideran que «hemos conseguido crear una Defensa europea, aunque pareciera impensable», Fritz Felgentreu y sus colegas creen que a Europa le queda aún mucho por hacer y ofrecen un esbozo de lo que podría ser. La primera característica de su propuesta es, indiscutiblemente, establecer una ruta concreta que permita a la Unión Europea crear una soberanía común de la defensa de los 27 Estados miembros, un tema especialmente delicado. Su propuesta es un ejército común y «comunitario», es decir, que provenga de las instituciones europeas, constituido por soldados europeos en lugar de contingentes de los ejércitos nacionales. Además, incuestionablemente, debe ser no solo compatible, sino también complementario del enfoque de la defensa de Europa articulado conforme a los ejércitos nacionales y a la OTAN, como recientemente estipuló con vehemencia la ministra alemana de Defensa Annegret Kramp-Karrenbauer durante su discurso en la Universidad de la Bundeswehr de Hamburgo.
Esta propuesta ha despertado críticas muy interesantes y significativas como las del presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Parlamento federal alemán, el cristianodemócrata Norbert Röttgen.
Según Röttgen, «La UE no es un estado, pero sus miembros sí lo son y ese es el fallo principal de la propuesta del SPD».
Aunque la interesante cuestión sobre «la naturaleza de la Unión Europea» ha preocupado desde hace décadas a muchos académicos, es importante recordar que inicialmente, acorde con las tradicionales competencias de regalía, la mayoría de los Estados miembros delegaron la defensa a una autoridad supranacional, la OTAN. Ocurrió lo mismo con una parte significativa de la seguridad interior, el Espacio Schengen, ahora gestionado en común; mientras que en materia de derecho y justicia los Estados miembros reconocen la primacía de los Tribunales de Luxemburgo y Estrasburgo. En lo que se refiere a soberanía monetaria, la mayoría de los miembros forman parte de una moneda común cuya gestión fue delegada al Banco Central Europeo. La única prerrogativa que preservaron los miembros, esencialmente, fue la soberanía presupuestaria. Sin embargo, considerando que la UE merece una discusión más constructiva que una del estilo del sexo de los ángeles que ocupó a los bizantinos durante su asedio, se podría preguntar al Dr. Röttgen si cree que los Estados miembros son aún, a todos los efectos, estados.
Los límites de la propuesta del SPD
El Dr. Röttgen, candidato a la presidencia de la CDU (la Unión Demócrata Cristiana de Alemania), afirma asimismo que «la UE no sobrevivirá mucho tiempo si la Comisión europea lleva a cabo una operación militar en contra de la voluntad de ciertos Estados miembros». Tiene razón y mete el dedo en la llaga de las debilidades de la propuesta del SPD. De hecho, la estructura institucional de esta propuesta solo atañe a la Comisión y al Parlamento Europeo, aunque es cierto que se pueden presentar enmiendas contra la propuesta del SPD. Además, hay otras ofertas posibles que toman la misma dirección, por ejemplo, la presentada por Radoslaw Sikorski, antiguo ministro polaco de Asuntos Exteriores, que se inclina por el modelo francés:la creación de una legión europea. Otra propuesta que tiene la intención de crear una mayor cooperación para crear un ejército comúnincluye a las cuatro instituciones de la UE. Según este proyecto, el Parlamento Europeo y el Consejo de Ministros participarían en la elaboración de las líneas generales de la política de seguridad y asegurarían el control; la Comisión establecería, junto con el Parlamento y el Consejo, las prioridades de las políticas de seguridad, las implementaría y aseguraría la gestión política del Ejército común; y por último, el Consejo Europeo autorizaría, tras la petición de la Comisión, las acciones del Ejército europeo.
Tratándose de cuestiones «de vida o muerte», los Estados miembros con más representación terminarían siendo, como ya predijo el antiguo secretario general del Consejo, el embajador Pierre de Boissieu, los que tendrían la última palabra para autorizar al presidente de la Comisión a ejecutar una operación militar. Si, hipotéticamente, se contemplara una cooperación importante de 19 Estados miembros y contase con la aprobación del Consejo Europeo (decidida por doble mayoría, es decir, dos tercios de la cámara), sería difícil que un Estado se viese obligado a aceptar una decisión en contra de sus intereses. La experiencia institucional de la UE nos ha enseñado que el voto de la mayoría no favorece al abuso de poder de la mayoría contra la minoría, sino que es más bien una condición indispensable para llegar a un consenso razonable. De hecho, en esta hipótesis, Alemania y Francia reúnen más de un tercio de la población y siete Estados de los 19 podrían constituir una minoría suficiente para crear un bloqueo.
Pero la afirmación del candidato a la Cancillería en lo que se refiere a la amenaza que supondría la creación de un ejército común europeo para la supervivencia de la UE no es retórica. La supervivencia de la unión está en juego. Pero, en contra de lo que afirma el Dr. Röttgen, estimamos que la ausencia de políticas europeas comunes de seguridad supone a corto o medio plazo la mayor amenaza para la UE.
¿Cómo podría la UE afrontar las cuestiones que conciernen a todos los Estados miembros con perspectivas y estrategias diferentes, si no es a través de la creación de una vía común de intereses y de decisiones políticas compartidas, incluido un instrumento militar común? La cuestión de Turquía es un ejemplo muy simbólico.
Todos los Estados miembros son víctimas de la política chantajista de Ankara en lo que se refiere a la emigración, pero Grecia es la que está en primera línea: las pretensiones marítimas turcas conciernen sin duda a este país en primer lugar, pero también al resto de la Unión Europea, por ejemplo, en el caso de que estas pretensiones turcas afecten a la construcción de gaseoductos entre Chipre y el sur de Europa. Varios Estados miembros han recibido un número considerable de inmigrantes de origen turco, pero Alemania ha acogido una cantidad especialmente importante. Hoy en día, sin embargo, en lugar de una respuesta acorde y coherente con los valores de la UE y los intereses de los estados miembros, se están produciendo constantes intentos de mezclar churras con merinas. Todo esto desemboca o bien en declaraciones exageradas por parte de Europa o bien en posicionamientos radicalmente diferentes o incluso antagónicos por parte de algunos Estados miembros: por ejemplo, la propuesta de uno que fomenta la calma, a golpe de talonario, mientras el otro amenaza con un bloqueo. Uno vende submarinos a Ankara, mientras el otro vende fragatas y cazas a Atenas.
El enfoque «europeo» de la cuestión libia tuvo de un tono similar. La intervención que querían llevar a cabo Nicolas Sarkozy y David Cameron (inoportuna o muy insuficiente según ciertas opiniones) provenía de una lógica profundamente antieuropea ya que se hacía en contra del Estado miembro que, por razones históricas, gozaba de una relación económica privilegiada con Libia. A pesar de lo que opine París, este suceso dejó profundas heridas en Roma y continúa aún alimentando divisiones entre los europeos que apoyan el régimen de Trípoli y los que apoyan al Mariscal Haftar.
La lista de percances en la seguridad de la Unión Europea no acaba ahí. También se puede mencionar a Ucrania, Bielorrusia y Moldavia, incluso teniendo en cuenta, por mucho que moleste a algunos, que la UE se beneficia en estos casos de la ayuda diplomática y militar implícita de la OTAN. A esta enumeración se podrían añadir Georgia y el Alto Karabaj, ahora desafortunadamente tan de actualidad, donde Europa no tiene ni voz ni voto frente al gobierno turco (sucesor del régimen que perpetró el genocidio armenio de 1915), implicado en el conflicto tanto directamente, como a través del envío de mercenarios yihadistas sirios.
Pero la lista aún estaría incompleta sin mencionar a Siria, una interminable tragedia que algunos han conseguido convertir en una gran fábrica infame de refugiados. Desde nuestro punto de vista, la cuestión siria subraya otra debilidad de la propuesta del SPD: el tamaño del ejército. En la hipótesis de una operación militar de paz en Siria, el Ejército Común Europeo, capaz de desplegar 2 500 soldados, sería total y evidentemente insuficiente. La escala es otra. Un ejército de 100 000 soldados capaz de desplegar de forma continuada 35 000 sería el tamaño necesario, con un coste estimado de 25 a 30 mil millones de euros anuales, el equivalente a un 0,3 % del PIB de los
Estados miembros. ¿Sería «económicamente irresponsable» que la UE destinase una cifra de tal calibre para asegurar su seguridad?
Sin embargo, una política de seguridad europea digna de su nombre no debería únicamente proteger a la UE de las amenazas exteriores, sino también de las interiores.
Por ejemplo, hay ciertos territorios que no son oficialmente parte de la UE pero que, a todos los efectos, forman parte de alguno de los Estados miembros, como las islas Eparses del océano Índico, las tierras australes y, especialmente la polinesia francesa, cuyo dominio marítimo se extiende a más de 240 000 km 2 y goza de una zona económica exclusiva de más de 4,5 millones de km2, una superficie mayor que la suma de todos los Estados miembros de la UE. Es difícil comprender cómo se podría defender de una posible amenaza por parte de alguna gran potencia a este inmenso archipiélago situado a más de 15 000 km de París. Podríamos imaginar, sin embargo, que la cohesión de la UE se podría poner fácilmente en jaque ante la invasión completa o parcial de este territorio francés.
Desde el punto de vista de la cohesión de la UE, no se deben pasar por alto las consecuencias que puede tener el inevitable aumento del poder del ejército alemán, dado el compromiso de Berlín con la OTAN de destinar el 2 % de su PIB a defensa.
Hoy en día, los presupuestos alemán y francés de defensa son similares. Pero si se excluye la parte del presupuesto francés destinada a la disuasión nuclear, el presupuesto alemán de defensa es mucho mayor que el francés. A pesar de que, con un 1,38 % del PIB destinado a defensa, Alemania esté más alejada del objetivo del 2 % en 2024 que Francia, que destina ya un 1,82 % del suyo, ya se percibe cuán efímera es la actual ventaja francesa de la que ahora presumen. ¿Es razonable considerar que un desequilibro tal podría gestionarse «a la antigua usanza», sin tener un enfoque común, un enfoque completamente europeo?
No, el ejército europeo no es solo un sueño, es una necesidad imperiosa. Una Unión Europea sin un ejército común, es una pesadilla asegurada por llegar.
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