LA UNIÓN EUROPEA, ¿AL RESCATE DEL LÍBANO?

, de traducido por Irene Barañano, Yousra Manai

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LA UNIÓN EUROPEA, ¿AL RESCATE DEL LÍBANO?
De izquierda a derecha: Charles Michel, Hassan Diab, Michel Aoun y Emmanuel Macron. © BELGA, ©Picture Alliance, Mohamed Azakir / Reuters, AFP.

La Unión Europea, con una ayuda de 63 millones de euros, se ha convertido en el mayor donante mundial al Líbano para atender las necesidades de emergencia tras la explosión en el puerto de Beirut del 4 de agosto. Sin embargo, esta movilización europea parece haber sido eclipsada en la mayoría de los medios de comunicación nacionales para favorecer la actuación del Estado francés en el proceso de resolución de la crisis.

Una gran ayuda humanitaria europea

Casi un mes después de la explosión en el puerto de Beirut que causó un gran número de víctimas mortales (188 muertos y 6.500 heridos), el caso del Líbano ha despertado una fuerte conmoción en la comunidad internacional y ha hecho un llamamiento a la solidaridad mundial. Al día siguiente del trágico suceso, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, anunciaba una ayuda de emergencia de 33 millones de euros, mientras que otros 30 millones de euros más fueron designados para el mismo fin en la conferencia virtual de las Naciones Unidas del 9 de agosto. Tal ayuda está siendo ejecutada por el Mecanismo Europeo de Protección Civil y Operaciones de Ayuda Humanitaria, y abarca el despliegue de 300 equipos europeos expertos en búsqueda y rescate, ingeniería civil, expertos químicos y personal médico, así como una considerable ayuda material que incluye paquetes de alimentos, 50 toneladas de equipamiento quirúrgico, kits quirúrgicos, más de 2000 trajes de protección química y miles de mascarillas FFP2 y de kits de protección. Ya el 8 de agosto, Charles Michel, el presidente del Consejo Europeo, viajó a Beirut para reunirse con los servicios de rescate y las autoridades oficiales, en particular con Hassan Diab, actual ex Primer Ministro libanés. Michel dejó claro el apoyo de la Unión Europea al pueblo libanés y pidió que se abriera una investigación independiente sobre los orígenes de la explosión (al mismo tiempo que ofrecía conocimientos especializados europeos) y que se aplicaran las reformas estructurales tan esperadas por la población, de conformidad con los compromisos internacionales del Líbano. Sorprendentemente, sólo el presidente del Consejo Europeo, el presidente de la República Francesa, los ministros franceses de Defensa, Sanidad y Asuntos Exteriores y, más recientemente, el presidente del Consejo Italiano, Giuseppe Conte, han visitado el lugar desde la explosión.

Un preocupante contexto económico, humanitario y político

La ayuda está destinada, principalmente, a las poblaciones más precarias, en este caso, los y las refugiadas palestinas y sirias, que representan el 30 % de la población libanesa y que son quienes más sufren la crisis económica amplificada por las consecuencias de la explosión (pérdida de empleo, acumulación de deudas, mala alimentación...). Aún es difícil evaluar cuáles son las necesidades reales que los poderes públicos se esfuerzan por cubrir, dado que el nivel de vida decae y se agrava constantemente; algo que afecta a la mayoría de la población. De hecho, el Líbano, que es ahora el tercer país más endeudado después del Japón y Grecia, está sumido en una crisis económica sin precedentes. Los libaneses han visto disminuir su poder adquisitivo en un 70 %, lo que anuncia el comienzo de una hambruna y un fuerte aumento de la escasez: mientras que la libra libanesa ha perdido el 50 % de su valor desde el pasado octubre, la mitad de la población vive por debajo del umbral de pobreza. El país tiene una alta tasa de desempleo: alrededor del 60 % en grandes ciudades como Trípoli. Las familias de clase media tienen que elegir constantemente entre la alimentación, contando con que no esté racionada, y los gastos de alquiler, electricidad, etc. El aumento de los endeudamientos y los despidos han provocado el incremento de los suicidios, que han aumentado de 7 a 12 por mes. Además, muchos residentes dependen de comedores sociales. Esta crisis económica va unida a una crisis política que moviliza a toda la población, todas las religiones y todas las clases sociales contra la totalidad del sector político. Numerosas protestas han tenido lugar después de que el Gobierno anunciara el pasado octubre un impuesto a WhatsApp para rescatar las arcas del estado. Esta medida que dificulta la utilización de la libre comunicación es, si cabe, aún más perjudicial en el Líbano, ya que su diáspora es muy numerosa. Por ello, este impuesto se experimenta como una profunda injusticia y se suma a una situación de permanente disfunción estructural marcada por el fracaso de los servicios públicos: cortes recurrentes del suministro eléctrico, acceso difícil al agua potable que además hay que pagar, y el cierre de la red ferroviaria durante treinta años... Las tensiones sociales se han visto exacerbadas por la explosión, porque ilustra, una vez más, el abandono de las autoridades públicas gangrenadas por la corrupción: ya en 2018, el país ocupaba el puesto 138 de un total de 180 en el índice de percepción de corrupción estatal.

La diplomacia europea eclipsada por la historia franco-libanesa

Al parecer, el presidente francés, Emmanuel Macron, se ha presentado como el hombre providencial entre los líderes europeos para ayudar al Líbano con su reconstrucción. «Quiero organizar la cooperación europea, y, más ambiciosamente, la internacional también», declaró en su primera visita a Beirut, el 6 de agosto. A la sombra de una historia común –ya que, cabe recordar, Francia estuvo en el origen de la creación del Estado libanés en 1920– Macron ha multiplicado las visitas oficiales al presidente libanés, Michel Aoun, y, más polémicamente, a los dirigentes de Hezbolá, con el fin de «acordar las condiciones para la reconstrucción y la estabilidad». Como resultado, pocos medios han informado sobre el viaje del presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, y pocos han actualizado la información sobre la ascendente cantidad de ayuda de emergencia europea tras la conferencia de la ONU del 9 de agosto. Por una buena razón, la joven diplomacia europea compite con un vínculo específico de relaciones interestatales: el vínculo histórico. Esto se refleja en la terminología utilizada: mientras que Macron no duda en establecer (o revelar, según la interpretación de cada uno) un vínculo de fraternidad entre el pueblo francés y el libanés («Libaneses, sois como hermanos para los franceses»), Charles Michel y el alto representante de la Unión de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, hablan de una solidaridad más impersonal, en nombre de la Unión Europea en su conjunto, en vez de en nombre de las y los europeos. Sin embargo, más allá de la solidaridad simbólica, está la cuestión de la resolución de la crisis a largo plazo, y, más precisamente, si debe hacerse mediante los poderes locales o no, como lo pide la población. De hecho, entre la corrupción, la impunidad y el clientelismo comunal, el espinoso problema de la clase política libanesa es de tal magnitud y sus prácticas están tan bien mantenidas, que uno podría preguntarse hasta qué punto caracterizan a las élites libanesas. Entonces, ¿qué acordarán la delegación europea en Beirut y Francia ante el deseo inequívoco de la sociedad libanesa por tener un gobierno de tecnócratas independientes? La respuesta está en el aire. Emmanuel Macron, que admitió que el sistema multiconfesional estaba sin aliento, parece venir al rescate. Por lo tanto, ha llegado el momento de lograr un compromiso con los poderes públicos, a los que se pide que «se unan en torno a un esfuerzo nacional». Tengamos en cuenta que la diplomacia europea no es sinónimo de osadía y de tomar riesgos...

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