Fue durante un congreso sobre Europa, organizado en Roma por la Fundación Volta de la Reale Academia d’Italia en noviembre de 1932, que Stefan Zweig propuso una conferencia programática de título intrigante: “La desintoxicación moral de Europa”. Mientras Europa ya conocía los rastros amenazantes de los nacionalismos, Stefan Zweig envió su texto, pero no fue en persona a este congreso, al que habían invitado no solo al famoso escritor austriaco sino también a personalidades como Hermann Goering o Alfred Rosenberg, ejecutivos del partido nazi en Alemania y teóricos del nazismo.
Europa tormentosa por una “gran crisis psíquica”
Ya conocido por sus posturas a favor de los “Estados Unidos de Europa”, que trata en varias conferencias, el escritor decidió, esta vez, alertar sobre la situación moral de Europa, que consideraba preocupante dada la sombra de un odio belicoso que pesaba sobre una paz frágil. Por esta “desconfianza mutua” entre los europeos y el recrudecimiento del nacionalismo en todo el continente, Stefan Zweig temía la vuelta del caos de la guerra, mientras los traumas del primer conflicto mundial seguían vivos. Para el escritor de renombre, la solución no era ni diplomática ni política: la repuesta a esta “gran crisis psíquica” debía ser cultural. Así que se puso en el papel del médico y prescribió una cura cultural y moral a toda Europa.
A lo largo de su conferencia, desarrolló varias propuestas concretas, no para curar a su propia generación ya viciada por el odio y traumatizada por la guerra, sino para moldear a una nueva generación de europeos unidos. Fue primero a la enseñanza de la historia a la que dedicó algunos parágrafos, preconizando el reemplazo de una historia nacional valorizando los conflictos a favor de una historia cultural que unifica a los pueblos:
“En la historia de las guerras, los pueblos sólo son presentados como enemigos, pero en la historia de la cultura, aparecen como hermanos”, escribió Stefan Zweig.
Intercambios que se parecen mucho al programa Erasmus
Uno de los pasajes más curiosos de este texto se encuentra en el centro de su conferencia. Una descripción sorprendente que recuerda al famoso programa promovido y llevado a cabo más tarde por la Unión Europea: el programa Erasmus.
“Me parece, desde hace tiempo, que convenciones internacionales entre Estados y Universidades que permitieran a los estudiantes obtener el reconocimiento de un semestre o de un año de carrera en una universidad extranjera serían necesarias. […] Hoy, entre la mayoría de los países, esta posibilidad todavía no existe, ya que un alemán que quisiera estudiar en una universidad italiana durante un semestre o un año entero debería considerar este año, tan enriquecedor humana como moralmente, como perdido, ya que en su país de origen no sería reconocido como equivalente a un año de carrera. Por tal reglamentación, se cierra el paso a innumerables jóvenes, precisamente los mejores y los más ansiosos por aprender, los que querían confrontar los métodos de aprendizaje en uso en su propio país a los métodos practicados en el extranjero, aprender a fondo una lengua extranjera y entrar en contacto con otros representantes de su generación”, argumentó Zweig.
Además de los intercambios universitarios para los estudiantes europeos, desarrolló una proposición similar para los estudiantes de secundaria:
“Pero estos intercambios no deberían limitarse a las universidades. Al contrario, se debería sacar provecho de las vacaciones de los estudiantes de liceo para ampliar, gracias a becas o a intercambios, el conocimiento y la visión del mundo de estos jóvenes ansiosos por aprender […] si los Estados se entendieran entre ellos para conceder a los candidatos aprobados la gratuidad del viaje en tren de ida y vuelta, y si un intercambio fuera convenido entre las familias, para que los alumnos de hogares pobres o modestos se beneficiaran también de este provecho.”
Luchar contra la propaganda de odio y nacionalista
Más allá de sus propuestas para la joven generación, el escritor imaginó un “órgano de prensa” europeo y una instancia supranacional para luchar contra las informaciones falsas, a fin de combatir toda empresa de propaganda nacionalista en los diferentes países de Europa. No obstante, es importante recordar la situación europea de la época: los partidos fascistas y nacionalistas surgirían en varios países, los discursos de odio y belicosos iban viento en popa después de la crisis económica de 1929, que había debilitado considerablemente las poblaciones europeas. Era porque Stefan Zweig apostaba por una nueva generación, la única capaz, para él, de cumplir su ideal de una Europa unida y cosmopolita.
Futuros compatriotas europeos
Se puede terminar esta lectura con este pasaje, que atestigua la ambición de Stefan Zweig para la próxima generación:
“Así se educaría, en todos los países al mismo tiempo, bajo el signo de la amistad, una generación vigilante, una élite que conocería las lenguas y las costumbres extranjeras, ya que habría visto los países extranjeros con sus propios ojos, una especie de estado mayor del ejército intelectual cuya misión común sería la de conquistar el futuro.”
Podemos añadir estas últimas palabras:
“Entonces, si la desintoxicación moral de Europa se presenta como una cura a muy largo plazo, que se deberá iniciar con mucha precaución y solicitud, con miras a una curación definitiva que seguramente no veremos triunfar nosotros mismos, este esfuerzo no se cumplirá para nosotros, para nuestra generación afectada y marcada por las dificultades del tiempo presente, sino para la generación siguiente, para la nueva juventud que viene y que considerará Europa, al lado de su propia patria, como el país natal común según su corazón.”
Un programa donde la educación y la cultura son los catalizadores de una generación de europeos unidos, de europeos “compatriotas” y que nos recuerdan la iniciativa colosal que representan la unificación de los europeos, la aparición de la conciencia europea y la formación de ciudadanos europeos.
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