Desde que Reino Unido anunció su salida de la Unión Europea, Europa vive en constante cambio. Bruselas recuperó su optimismo en 2017 tras asumir el mazazo anímico y político del Brexit. Estabilidad y unidad pasaron a ser las nuevas palabras mágicas para los 27 que se encuentran en estado de transición. No obstante, tras estos años pasados, nuevos retos y desafíos sorprenderían a la comunidad europea.La inmediata incertidumbre actual se suma a grandes interrogantes y escenarios convulsos. Europa se encuentra en un momento decisivo planteándose su futuro.
Cómo saldrá de esta situación tan preocupante es uno de los mayores interrogantes a los que se enfrenta la Unión Europea y sus instituciones, sus dirigentes y políticos, y sus ciudadanos. Resulta complicado dar la respuesta cuando encontramos varios frentes abiertos, como el impacto económico de la COVID-19, el auge de los nacionalismos o la crisis de refugiados, aún latente.
Pero no cabe duda de que la invasión de Rusia a Ucrania, la cual trae consigo también la cuestión de la dependencia del gas ruso, es la gota que ha colmado el vaso y ha puesto al descubierto los auténticos problemas de la Unión Europea, los cuales se pueden resumir en la ausencia de una política exterior, de defensa y energética común, junto con la falta de soberanía para poder afrontar los problemas de cada país como si fuésemos uno. Son diversas las fórmulas que se han propuesto para resolver este dilema. Los más atrevidos sostienen que la clave es convertir a la Unión Europea en los Estados Unidos de Europa.
E pluribus unum
El federalismo moderno se define como la organización política en la que los Estados asociados están en iguales competencias respecto de un poder central o Estado federal. El federalismo ha evolucionado y no solo nos encontramos con un solo concepto y un modelo único, aunque existan ciertos parecidos entre ellos, porque ha sido una experiencia política que se adapta a los diversos pueblos. Para entender el federalismo, este se debe ver como el modelo que busca fortalecer vínculos comunes. La idea federal significa integración, no segregación.
Previos a las configuraciones de repúblicas federales de nuestro entorno más próximo, como Alemania, Brasil o Argentina, este modelo fue adoptado por los Estados Unidos de América, tras la Guerra de Secesión, y por la Confederación Helvética. E pluribus unum fue uno de los primeros lemas de los Estados Unidos, que significa “De muchos, uno”. En referencia a Europa, desde el siglo XIX se plantea la configuración de un federalismo europeo.
Pero ¿qué entendemos por una Europa Federal? Se convertiría en una Europa más democrática, con un mayor poder de decisión de los ciudadanos y de sus representantes dentro de la política europea, la defensa del interés europeo por encima de los nacionales, que actúe a nivel internacional con una sola voz, un equilibrio entre las instituciones, actualmente desnivelado hacia el Consejo de la Unión Europea, y, sobre todo, completar la Unión Económica y Política.
Unión Europea post-Brexit
A partir de 2018 comenzaron los debates sobre cómo debía ser la futura Unión Europea tras el Brexit. Y lo cierto es que desde que se ha ido Reino Unido, se ha retomado la idea de una posible federalización, pero volvería a pronunciarse en los debates políticos con mucha más fuerza y se profundizaría más en ella. La pandemia ha tenido sin duda una reacción en Europa hacia una federalización. La profundización del federalismo hubiese sido impensable con Reino Unido dentro de la Unión Europea, al igual que la toma de decisiones importantes que se han adoptado desde entonces, como el Plan de Recuperación, el Fondo de Nuevas Generaciones o la utilización de los fondos del Banco Central. Todas ellas son decisiones federales y no hubiesen sido posibles implantarse con anterioridad, ya que Reino Unido habría ejercido el veto. Ya no contamos con ese lastre que suponían los británicos, porque eran ellos quienes ponían palos a las ruedas para avanzar, sobre todo en temas de defensa y política exterior.
Desde la pandemia, observamos también como la opinión pública ha incrementado su apoyo a la Unión Europea, pues ésta ha hecho que muchos abrieramos los ojos y viésemos realmente la importancia y el valor que tiene esta institución. La Unión Europea debe seguir pensando en que, para mantener el apoyo de las clases medias, hay que mejorar el bienestar, y en que tenemos que prepararnos para todos los cambios que vendrán en el siglo XXI que la pandemia, junto con el Brexit, van a acelerar extraordinariamente.
Hoy en día contamos con una entidad casi continental gracias a que estamos unidos los 27 Estados. Nuestra unión nos convierte en una gran potencia y, por tanto, tenemos posibilidades de poder competir con Estados continentales, como lo son Rusia, Estados Unidos o China. Sin embargo, cada vez se suman más voces que mantienen que Europa será federal o no será. Uno de ellos fue el papa Francisco cuando en una entrevista en el diario italiano La Repubblica en 2016 confesaba que “O Europa se convierte en una comunidad Federal o no contará en el mundo“.
Propuesta para mejorar la Unión Europea de los 27
Son numerosas las ideas que se me vienen a la cabeza cuando pienso en posibles iniciativas de mejora para la Unión Europea. No obstante, me centraré en una de ellas particularmente.
Para muchos, Europa es considerada, con todos sus problemas, como un santuario, un lugar al que se acude en busca de refugio y paz. Para quienes observan nuestro continente desde lugares donde la violencia, la desigualdad y el crimen son el sustento diario de la mayoría de las personas, es una gran suerte poder vivir en un continente donde nos sentimos seguros, como un refugio. Pero ese sentimiento de seguridad constante se difuminaba cuando el conflicto Ucrania-Rusia hizo sonar todas las alarmas.
No debería hacer falta una guerra para demostrar la necesaria creación de una política de defensa común. Pero parece que así es, que era necesario que se iniciara un conflicto en nuestro continente para que Europa despertase su conciencia de seguridad y retornase esta idea a los debates políticos. También lo fue que Estados Unidos diera muestras de debilidad y desinterés para que actuáramos de manera autónoma. Esa fue la conclusión a la que llegó Tonino Picula, el ex ministro de Asuntos Exteriores de Croacia, en su informe sobre el futuro de las relaciones entre la Unión Europea y Estados Unidos.
Mientras el mundo, y especialmente la Unión Europea, esperaba que Estados Unidos volviera a la normalidad tras la agitada presidencia de Donald Trump, acontecimientos pasados demostrarían lo contrario. Los acontecimientos en Afganistán hicieron que los europeos fuesen conscientes de que Estados Unidos ya no concede necesariamente la misma importancia a sus socios. El documento redactado por Tonino sugiere que la UE “desarrolle su autonomía estratégica en materia de defensa y relaciones económicas”, abriendo así el debate sobre una Unión de Defensa.
Ese posible euroejército que defendiese los intereses de Europa sería clave para abandonar nuestra dependencia de la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Pero para ello, requeriría que los 27 Estados tuviesen esa visión de que somos uno solo, que los ataques híbridos efectuados por Marruecos a España, o los flujos de refugiados que llegan a las costas de Italia no es sólo problema de España o de Italia,deben ser considerados como una cuestión europea, no solamente de los países más afectados directamente. Por otra parte, la inversión en el presupuesto de defensa deberá ser exponencial. El euroejército requiere concienciación y recursos, y esos recursos deben provenir de todos los países miembros. Esto no quiere equivaler a que se invierta en guerras. La inversión en defensa resultaría efectiva para repeler posibles conflictos y, en caso de que fuese necesario, combatirlos de manera conjunta. Además, ya no sólo centrándonos en posibles conflictos en Europa, los problemas que suceden fuera de nuestras fronteras también afectan a la UE. Ejemplo de ello es la retirada de Francia del Sahel. Un sólo país no puede asumir la defensa de nuestros intereses, y mucho menos delegar en otros países, como en Estados Unidos o Rusia, por ejemplo.
A lo largo de las próximas décadas, los europeos deberemos escoger bien dónde canalizar nuestra inteligencia y energía política. En estos momentos, no nos podemos permitir negar a afrontar los retos que supone la crisis económica post pandemia, la posible creación de un Unión de Defensa, o ignorar problemas sociales, como integración de diferentes culturas o minimizar la amenaza de los populismos en Europa. Se trata de aceptar la idea pragmática de que debemos trabajar como una comunidad unida, como una auténtica federación. Nuestro futuro no sólo está en manos de las instituciones europeas y nacionales, también es nuestra responsabilidad como ciudadanos europeos. Con todas sus limitaciones, somos defensores de la soberanía de la UE en última instancia, y contamos a nuestro alcance con herramientas suficientes para reivindicar y luchar por una Europa con futuro.
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